Está inserta en la naturaleza humana y a lo largo de los siglos se ha manifestado de diversos modos. La violencia es la acción de utilizar la fuerza y la intimidación para conseguir algo. Una de las víctimas preferidas a lo largo de los siglos ha sido la mujer y lo sigue siendo, con la diferencia que hasta hace relativamente pocos años los casos casi no tomaban estado público porque de algún modo la agresión contra una mujer era vista, por muchos, como un derecho (abominable, por supuesto) del varón.
La Declaración de las Naciones Unidas sobre la Eliminación de la Violencia contra la Mujer definió este flagelo como todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino, que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada.
La reciente muerte de una joven jujeña a quien le faltaban tres materias para recibirse de veterinaria de la Facultad de Agronomía y Zootecnia de la Universidad Nacional de Tucumán, ha reavivado la indignación por este flagelo social que se cobra cada vez más víctimas. Se supo que la estudiante, que cayó al vacío desde el balcón de un cuarto piso, habría efectuado cuatro denuncias por violencia de género en los últimos dos años contra su novio, sospechado del presunto homicidio de la universitaria. Amigos y compañeros dijeron ante la Justicia que las golpizas se venían produciendo desde hacía mucho tiempo. La única causa que existía en Tribunales fue archivada porque la víctima no continuó con la acción penal.
En “Buen día”, uno de los ciclos informativos de LA GACETA Play, la secretaria provincial de Derechos Humanos, Érica Brunotto, sostuvo que la violencia se ha profundizado, sobre todo, entre los adolescentes y los jóvenes. “En 2018 ha crecido un 60% la cifra de casos extremos. Preocupa porque en lo que va del año cinco mujeres fueron asesinadas en Tucumán como consecuencia de violencia machista”, aseveró la funcionaria.
En 2017, se contabilizaron en la provincia nueve femicidios. El promedio de ese horror equivale a que se asesinó a una mujer cada 40 días. En los primeros tres meses de 2018 ya ocurrieron cinco, lo cual significa que una mujer fue asesinada cada 15 días. Si bien en los últimos años se ha avanzado en la concientización de este serio problema social, y la mujer se ha animado más a denunciar la agresión, paradójicamente los casos de violencia contra ella se han incrementado.
Nos parece que es necesario abordar esta realidad desde varios ángulos, especialmente desde la educación. Por ejemplo, se debería trabajar con el victimario, que es el resultado de un pasado violento, para que en el futuro no vuelva a reincidir en su conducta agresiva. La prevención es esencial para combatir este flagelo, pero mucho más lo es la educación, que es el punto de partida para construir las relaciones humanas saludables. Ya hemos sostenido que es necesario capacitar al docente, hacer un seguimiento de los chicos violentos y trabajar con sus padres. Si aprendemos tempranamente a recrear los lazos afectivos, a dialogar, a respetar al otro, a ser solidarios y a erradicar las diversas formas de autoritarismo educativo que aún conservamos, quizás avancemos hacia una sociedad menos violenta y más sana.